No ames a tu ordenador si eso significa decir adiós
La idea de que las personas tengan vínculos emocionales con la tecnología no es nueva. Los robots, en particular, han sido a menudo objeto de intimidad en la ficción. Aunque esto pueda parecer un poco inverosímil y propio de la fantasía de Hollywood, los investigadores de la Universidad Tecnológica de Toyohashi y la Universidad de Kioto de Japón hicieron un descubrimiento interesante.
En un estudio en el que se analizó si las personas reaccionaban de forma tan visceral ante las imágenes de una mano robótica cortada con un cuchillo como ante la misma imagen de un humano, los investigadores encontraron «respuestas neuronales comunes» que significaban sentimientos de empatía. En resumen, los seres humanos tienen una capacidad innata de «sentir» por la tecnología, especialmente cuando ésta tiene algún tipo de característica humana.
Dado el auge de los chatbots y la proliferación de asistentes digitales, como Alexa de Amazon, Assistant de Google, Cortana de Microsoft y Siri de Apple, esta idea de apego podría ponerse realmente interesante. Por el momento, estas voces cada vez más familiares emanan de dispositivos como smartphones o bloques de plástico sobre escritorios y mesas. ¿Pero qué pasaría si empezaran a tener un aspecto más humano, un poco como el robot Octavia de la Marina estadounidense para la lucha contra el fuego? Esto plantea algunas preguntas, como sugiere MIT Technology Review, sobre cómo los humanos no sólo reaccionamos, sino que trabajamos con la tecnología en el futuro.
Cómo afrontar la muerte
Esto, por supuesto, es una gran pregunta y está llena de suposiciones. El sueño de un antropólogo, quizás. Pero, ¿qué pasará cuando esa tecnología envejezca y se acerque al final de su vida útil? Si los humanos empiezan a tener problemas de apego, seguramente se aplicarán los mismos principios a la hora de decir adiós. ¿Derretimos al pequeño perro robot en acero fundido o lo reciclamos y reutilizamos?
Si el crecimiento de la tecnología continúa al ritmo actual, lo más probable es que las empresas y los consumidores sigan queriendo lo último en tecnología y se actualicen cada dos o tres años. Además de los ordenadores, los servidores, el almacenamiento y los teléfonos inteligentes, hay que añadir a la lista los robots y los asistentes digitales. El impulso de una mayor inteligencia, el análisis en tiempo real y los servicios siempre activos aumentarán la necesidad de máquinas inteligentes, rápidas y robustas. La presión para actualizar no hará más que aumentar.
Las empresas, en particular, se verán atrapadas en un camino de actualización continuo y a menudo costoso, sólo para mantener la paridad con la competencia. Más máquinas y más dispositivos, más hardware no deseado y un potencial desastre de residuos electrónicos. ¿Cómo se gestionará todo este proceso y será respetuoso con la carga emocional, la conciencia de los costes y el medio ambiente?
Esto tiene dos vertientes. La primera es la infraestructura. ¿Alguien tendrá realmente un apego emocional a un servidor? Probablemente no. La segunda son las comunicaciones frontales. Aquí es donde los robots van en aumento y hay potencial para el apego emocional. Dado que la interacción humana con las máquinas se realiza cada vez más a través de robots inteligentes, podrían surgir problemas potenciales a la hora del desmantelamiento.
Por supuesto, al igual que hoy, si le dices a la gente que sus viejos aparatos electrónicos valen algo de dinero, puede hacer que decir adiós sea un poco más fácil. Al igual que hoy, las empresas de ITAD tratarán esas máquinas con respeto, reciclando cuando sea necesario y restaurando cuando sea posible, para ganar dólares para los llorosos propietarios.
Pareja joven en una cafetería sentada con un smartphone en la mano y un capuchino en la mesa
Construir un nuevo futuro
El tiempo es un gran sanador, como cantó una vez Eva Cassidy, pero también lo es un aparato nuevo y brillante o un robot mejorado. Sin embargo, no todo el mundo querrá seguir este camino. Curiosamente, ya hemos visto un estancamiento en las actualizaciones, especialmente si éstas no son lo suficientemente diferentes. No hay más que ver la ralentización de las actualizaciones de los teléfonos para darse cuenta de que la gente se está dando cuenta. Sólo porque tenga un nuevo número o letra y un mayor tamaño de pantalla no significa que justifique el gasto.
Tal y como entienden los compradores de tecnología de las empresas hoy en día, las actualizaciones sólo se adquieren cuando son necesarias, ya que el gasto y la interrupción son tales. Conservar el hardware durante más tiempo puede no ser una opción, pero cada vez más empresas buscarán maximizar el valor de los activos de TI. Eso podría suponer el uso de máquinas más baratas y renovadas, como servidores para gestionar algunas tareas básicas y los últimos servidores para gestionar servicios en tiempo real más inteligentes y exigentes.
A medida que la tecnología evoluciona y los robots se hacen más omnipresentes, la composición de los activos informáticos cambiará sin duda, pero en muchos aspectos, el pensamiento y los procesos que hay detrás del hardware al final de su vida útil, no lo harán. Que las empresas quieran reciclar o renovar no importa. Lo que sí importa es cómo se gestiona ese hardware, y el sector de la informática tiene que evolucionar para adaptarse a ese cambio y garantizar que el futuro, por lo que vale, sea brillante y no esté cargado de emociones.